Política · 04/03/2021

Guerra de Cristina contra la justicia

“Atrapado sin salida”, fue el título de la película que protagonizó Jack Nicholson hace más de 40 años. Pero el concepto sirve para caracterizar la inquietante posición en la que hoy se encuentra Cristina: “Atrapada sin salida”.
Todos los caminos, dentro de la ley y la Constitución, la conducen a la cárcel, al juicio, castigo y condena. Todos los atajos que proponen sus soldados más fanáticos, la llevan a un callejón, a un encierro legal.
Cristina siente en el cuerpo esto y por eso aparece crispada y agresiva desde su despacho y desata una guerra contra la justicia. Llegó a la locura de comparar al Poder Judicial con la dictadura.
A ambos le atribuyó la responsabilidad de hacer desaparecer a líderes políticos. Un verdadero despropósito. Un desequilibrio. Entre otras cosas, porque es una forma frívola e irrespetuosa, de vaciar de contenido el horror del terrorismo de estado.
No puede comparar los crímenes de lesa humanidad y los campos de concentración con el enriquecimiento ilícito y el robo colosal que cometieron los Kirchner.
Hoy vimos la peor versión de Cristina. Belicosa, provocadora, altanera, desesperada y apuntando su fusilamiento simbólico contra jueces con nombre y apellido.
Insistió con esa idea chavista de que la justicia es aristocrática porque no la elige el pueblo y desató un conflicto de poderes de grandes proporciones.

Era algo previsible, todo lo que le está ocurriendo. Porque el tamaño y la cantidad de delitos cometidos son indefendibles por más que inventen una presunta persecución, bautizada Lawfare.
Porque no es que cometieron un par de delitos de sobre precios y coimas y nada más. Perpetraron el robo del siglo. Insisto: nadie robó tanto dinero y durante tanto tiempo. Fue un plan sistemático de cleptocracia y latrocinio.
Un mecanismo de relojería con un grupo de tareas solo dedicado a la rapiña y el saqueo. Ni ellos saben cuánto dinero robaron. Fue too much, diría Cristina.
La voracidad y la bulimia por el dinero y el poder, empujó al matrimonio presidencial de Néstor y Cristina a creer que la impunidad era posible. Que podían alternarse 20 años en el poder y dejarle la presidencia a su heredero, el príncipe Máximo.

El pingüino Emperador y la Reina Cristina tuvieron esos sueños monárquicos de tiranía nacional populista que estallaron por los aires por varios motivos. El principal fue la muerte de Néstor.
Acorralada por el avance de la justicia, Cristina sacó de la galera el armado de la coalición con Alberto y Sergio Massa para volver al poder.
Imaginó que con el control de todos los látigos y chequeras que ofrece el estado, iba a lograr hacer arrodillar y doblegar la ética de jueces, fiscales, periodistas independientes y opositores. El ladrón cree que todos son de su condición.
En estos días, estamos asistiendo al fracaso de ese proyecto de impunidad y venganza. Solo han podido comer algunos casilleros en el ajedrez donde se juega la libertad o el calabozo del penal de Ezeiza.
Los últimos fallos de la justicia, en su mayoría, han sido un cachetazo para las pretensiones cristinistas. Ella cree que la absolvió la historia, pero necesita que la absuelva la justicia terrenal, de carne y hueso. Y eso no pasa.

Lo escribí hace tiempo y lo vuelvo a recordar estos días. El pacto espurio entre Alberto y Cristina, es de cumplimiento imposible, sin dinamitar las instituciones republicanas.
Incluso ese atropello al régimen democrático tampoco les resulta fácil porque los números en la Cámara de Diputados no son suficientes. Por eso es tan importante la elección de medio tiempo de octubre.
Si Cristina y su banda consiguen aumentar la cantidad de votos y de legisladores, leerán ese resultado como un cheque en blanco para avanzar a paso redoblado hacia un régimen similar al de Santa Cruz, con inspiración chavista.
Por el contrario, Si Cristina y su cártel de los pingüinos, sufren un fuerte voto castigo y reducen la cantidad de senadores pero sobre todo de diputados, la sociedad civil, habrá puesto un verdadero límite, un piquete a ese avance del ladri progresismo autoritario.
Este es el ADN de los dramas de Cristina y, en consecuencia, de Alberto Fernández al que con genialidad y mucha ironía, el querido Nik caricaturizó como un perrito, con su patita levantada que está haciendo “pi pi” sobre la estatua de la justicia.
Alberto quiere cumplir con su parte de ese contrato antidemocrático. Ella ya logró que Alberto cumpliera su sueño de ser presidente para meternos a los argentinos, en una pesadilla. Pero Alberto no sabe y no puede encontrar los mejores instrumentos para cumplir su parte.

Porque la justicia avanza. Y porque mientras más ataques y ofensas reciben los magistrados, muchos de ellos, se arman de más coraje para ir a fondo. Eduardo Taiano dijo claramente: “A escobazos no me van a sacar de tribunales”.
El fiscal Carlos Stornelli dijo que “Nadie permite que lo saquen a los empujones”. El presidente de la Asociación de Fiscales, Carlos Rívolo, habló de “pelotón de fusilamiento”. Y la oposición de “caza de brujas, macartismo y comisión inquisidora”.
Por más fuerte que grite Alejandro Slokar no va a poder asustar al juez Gustavo Hornos. Se hacen los poderosos, pero esos alaridos son demostraciones de impotencia y desesperación.

Slokar es hijo putativo de Eugenio Zaffaroni y Horacio Verbitsky y tiene la camiseta de Justicia Legítima puesta. Pero el doctor Hornos, se ganó el respeto ético y el respaldo académico de la mayoría de los hombres de leyes de la Argentina.
Algunos por convicción republicana y otros por miedo. Conocen por experiencia ese dicho popular: “si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. Es en defensa propia.
En los últimos tiempos, Cristina solo ha recibido muy malas noticias. Y se enoja al ver a Alberto gritar cada vez más fuerte lo que piensa ella, pero comprende que con eso, no alcanza. Necesita acción. Necesita medidas concretas más que palabras.
Y por ahora no hay ningún mecanismo que lleva a Cristina hacia su fantasía de honestidad y prontuario limpio. Yo diría todo lo contrario: que la historia ya la condenó.
Alberto se devana los sesos pensando como cumplir su pacto con Cristina. Y nada lo convence. Un indulto como propone Zaffaroni, entre otros tiene tres problemas.
Que no borra los delitos, que se debe hacer sobre una condena y por ahora Cristina no tiene ninguna y, finalmente, que sería un suicidio político de Alberto. Quedaría en la historia como el bonzo que se prendió fuego en el altar de su jefa.
Es cierto que Carlos Menem también violó esas leyes y le dio el indulto a genocidas y guerrilleros sin que hubiera condena.

Pero Alberto, dijo varias veces que él no iba a apelar a un mecanismo que considera una “rémora monárquica”. Veremos. La palabra de Alberto vale menos que un vaso de agua de la canilla.
Hay un rosario de decisiones judiciales que hicieron montar en cólera a Cristina. Las condenas a Amado Boudou, su compañero de fórmula, a Milagro Sala, su piquetera preferida, a Luis D’Elía y los rechazos de la Corte a quejas y recursos extraordinarios de ex funcionarios detenidos y la convalidación de las confesiones de los arrepentidos en la causa de los cuadernos de las coimas K, demuestran que Cristina tiene fuerza en los tribunales, pero no puede hacer lo que quiera. Ni que hablar de los dos últimas grandes sapos que tuvo que tragar.

Las máximas condenas a Lázaro y sus hijos y las declaraciones de Leandro Báez que todo el tiempo están amenazando con prender el ventilador, la inquietan sobre todo, por el futuro que le puede esperar a su hija Florencia.
Otro sacudón fue la información que aportó la doctora Silvina Martínez. Es de alto impacto, porque la Procuración General de Panamá envió un exhorto a la Argentina pidiendo información de los movimientos bancarios y actividades ilícitas de una serie de empresas que presumen vinculadas a Cristina.
Las estructuras societarias fueron creadas por el tristemente célebre estudio Mossack Fonseca y fueron utilizadas para esconder y blanquear dinero sucio de la corrupción de Estado.
La fiscalía contra la delincuencia organizada de Panamá pidió 96 informes entre las que están Lázaro Báez y sus hijos, Cristóbal López y Cristina. Las balas de la justicia pican cerca.
Las mieles de la impunidad están cada vez más lejos. Cristina, igual que Jack Nicholson, está atrapada y sin salida. Y por eso hoy le declaró la guerra a la justicia.

Por: Alfredo Leuco